sábado, 15 de agosto de 2015
domingo, 9 de agosto de 2015
No solo fue una leyenda negra
El gato negro, Los asesinatos en la calle Morgue, El cuervo y El corazón delator, cuatro obras maestras representadas en esta imagen, pero cabe resaltar que hay muchas otras obras dignas de reconocimiento. Nada menos se podía esperar de semejante genio atormentado. Edgar Allan Poe, no solo es el padre del terror y el suspenso. Si bien es el mentor de varios escritores que siguieron y siguen su línea aunque en contextos diferentes, Poe también nos conecta con la reflexión y la revelación del lado oscuro que todos tenemos, y lo hace con tal sencillez y maestria narrativa que es imposible dejar de leerlo.
"El asesino en serie" de 1888
Jamás fue atrapado; mató a cinco mujeres pero se le
atribuyen más víctimas. A pesar de esto, la policía de Whitechapel considera
que no fue solamente una persona la que cometió los atroces asesinatos.
domingo, 7 de junio de 2015
sábado, 4 de junio de 2011
El cambio de Equina
Equina era una encantadora estrella de mar que vivía en el fondo de las costas del Atlántico. Siempre andaba acompañada de sus queridos amigos Erick el erizo, Pepito, un pepino de mar y Lula y Lola, unas peculiares algas marinas. Equina era considerada una de las más bellas estrellas de mar por ser multicolor y desplazarse con mucha gracia y elegancia. Sin embargo, a pesar de ser hermosa, Equina tenía tres grandes defectos, uno de ellos era ser muy agresiva, ya que cada vez que se enojaba solía lastimar a sus agresores con sus espinas, el segundo defecto era no ser muy inteligente, pues casi nunca entendía lo que pasaba a su alrededor, y el tercer defecto era el comer moluscos y crustáceos, por lo cual como era obvio, no podía contar con la amistad de estos animalitos.
Una tarde de verano cuando estaba con sus amigos, decidieron ir a jugar cerca de la orilla, casi en la superficie del mar, pero al final Lula y Lola se desanimaron, pues tuvieron miedo de ser capturadas por los pescadores o en todo caso ser devoradas por los hambrientos peces de la playa. Lula y Lola se arrepintieron de ir a jugar y esto molestó mucho a la estrella marina pues ya se había hecho ilusiones. Aún así, Equina decidió ir solo con Pepito y Erick, sin embargo, a medio camino Erick también se desanimó porque pensó que el calor de la superficie podría causarle molestias tanto a él, como a Pepito y a Equina, por esa razón les pidió a sus amigos que ya no fueran pero Equina muy enojada le dijo:
-¡Eres un cobarde Erick! ¡Nunca más volveré a salir contigo!
Y el erizo avergonzado se marchó con la tristeza en el alma. Al ver tan abatido a su amigo, Pepito trato de acompañarlo, pero Equina se lo impidió y lo amenazó.
-Si te vas detrás de ese cobarde nunca más volveré a ser tu amiga- le dijo
Entonces Pepito le pidió que no llame cobarde a Erick, pero Equina muy molesta le contestó que él no era nadie para darle órdenes.
-Entonces me iré con él -dijo Pepito
-¡Pues vete ya y déjame sola antes de que te hinque con mis espinas! - le respondió Equina enfurecida.
Y fue así como Pepito se marchó triste pero al mismo tiempo preocupado por dejarla sola. Equina continuó con su paseo y en el camino encontró a un pez anciano que la saludó y le dijo:
-Hola hermosa estrella de mar, ¿A dónde te diriges?
-Me voy a conocer la playa señor pez, porque nunca he visitado la orilla del mar
-Tienes todo el derecho de hacerlo -contestó el pez -Pero debes tener en cuenta que estamos en verano y hace mucho calor, y si la marea te arrastra hacia la tierra y no regresa por ti, podrías terminar muerta
Pero Equina no entendió, aún no se daba cuenta de que era una criatura del fondo del mar y el estar expuesta al sol era muy peligroso para ella. Sin hacerle caso al anciano pez continuó su travesía y para su mala suerte minutos después un fuerte movimiento de las olas la arrastró hasta la misma playa. La inocente Equina acabó tirada en la arena, inmóvil y expuesta al sol. Miro a todos lados, le gusto el panorama de la playa, pero luego sintió como la piel le comenzaba a arder
-¡Ayúdenme! -gritaba Equina
Pero ningún animal marino podía escucharla. En ese momento la estrellita de mar anheló tener a sus amigos cerca y lamentó estar sola. Fue llegando la noche y de pronto aparecieron unos cangrejitos fosforecentes
-¡Ayúdenme por favor!- les gritó Equina
Pero ellos la miraron asustados y escaparon tan rápido como pudieron porque pensaban que ella intentaría comerlos.
La pobre estrella de mar sintió desolado su corazón, pero gracias a Dios tuvo la buena suerte de resistir, y mientras esperaba que una marea la lleve de regreso a casa, reflexionó sobre sus tres defectos y decidió que si salía viva de aquel problema, nunca más volvería a cometer los mismos errores. Mientras Equina esperaba y la noche continuaba, algo muy hermoso llamó su atención, miró al cielo y vio la luna llena, tan redonda, blanca y radiante, pero a pesar de ser esta la más notoria vio en torno a ella a varios puntitos destellantes, todos muy pequeñitos, excepto uno. Ese era un punto que brillaba casi tan fuerte como la luna, lo miró muy bien y descubrió que se parecía un poco a ella.
¡Vaya, vaya!-dijo Equina -Es una estrella como yo, pero vive en el firmamento y brilla con una fuerte luz. Es realmente hermosa, es incluso más hermosa que yo- se dijo así misma.
- Hey estrella del cielo ¿Cómo te llamas?- le dijo Equina
-¿Quién me habla? ¡Ah eres tú!, la de la playa. Yo me llamo Alfina ¿Y tú?
-Yo me llamo Equina y soy una estrella de mar, pero dime Alfina, ¿Será que somos primas o algo así?
-¿Primas?. No lo creo, somos parecidas pero al mismo tiempo muy diferentes. En primer lugar, yo soy mucho más grande que tú, en segundo lugar, tengo muchísima luz en las noches y en tercer lugar, yo puedo ver todo el mundo desde aquí arriba.
Equina sintió mucha vergüenza, pero a la vez mucha envidia y antes de que Alfina notara su malestar y le pidiera ser su amiga, vino una fuerte marea y se la llevó de regreso a su casa en el fondo del mar.
Al día siguiente Equina hizo las pases con sus amigos. Les pidió disculpas y cambió su carácter agresivo, también dejó de comer tantos crustáceos y moluscos, y alternó su dieta con huevecillos de pescado, por último, trato de pensar más antes de actuar. Todo parecía estar bien, pero a pesar de los cambios de Equina, había algo en ella que delataba una profunda tristeza y es que la estrella marina ya no era feliz con su vida, ella anhelaba convertirse en una estrella del cielo, deseaba profundamente brillar con intensidad y poder ver el mundo desde arriba. Tanta fue su inconformidad que comenzó a renegar de su condición de estrella del mar. El magnífico mundo marino ya no le impresionaba, odiaba su piel y hasta sus variados colores.
Cierto día ya no pudo ocultar más su dolor y le contó todo a Lula y a Lola, las cuales fueron presurosas a buscar a Pepito y a Erick, y fue entonces cuando juntos decidieron ayudar a Equina. Una noche se armaron de valor para ir a la superficie y conocer a la famosa Alfina. Ellos querían saber si el sufrimiento de Equina valía la pena y es así como aparecieron en la orilla, miraron al cielo, buscaron a Alfina, la encontraron y conversaron un buen rato con ella.
-Mi vida no es tan hermosa como parece - les dijo la estrella del cielo -Yo no tengo muchos amigos, nadie me puede ver durante el día, casi nadie me habla porque prefieren hablar con la luna, y si alguien decide hablar con una estrella es solo para pedir un deseo, eso dicen mis primas las estrellas fugaces. Como verán, nadie le pide deseos a una estrella como yo, por si fuera poco, no estoy cerca ni de la tierra ni de las otras estrellas del cielo y aunque pueda mirar el mundo desde arriba, nunca sabré lo que hay dentro de cada casa o dentro de cada cueva. Cada vez que me reflejo en el negro mar durante las noches me dan muchas ganas de saber cómo es la vida en las profundidades, pero sé que eso es imposible para mí. Si no puedo estar cerca de este planeta mucho menos podré ingresar a sus mares o a sus bosques. Dicen que los seres que habitan este mundo me admiran, pero ellos no saben que aquí en el cielo los admiramos a ellos también. Los habitantes de la tierra son tan hermosos y diferentes, y cada uno cumple una importante función. ¡Cuánto daría por ser una estrella terrenal! ¡Cuánto daría por ser una estrella de mar! ¡Cuánto daría por ser aunque sea un anís estrella!
Así confesó Alfina sus penas a las algas, al erizo y al pepino, miró el mar y les preguntó si conocían a una estrella llamada Equina
-Claro que la conocemos -respondió Pepito- Es nuestra amiga
- Pues díganle que venga a verme otra vez, pues nunca le dije lo hermosa que es -comentó Alfina
-No te preocupes -dijo Erick -Le contaremos sobre ti y vendrá a verte muy pronto.
Los amigos se despidieron de Alfina y juntos volvieron al fondo del mar sintiéndose más orgullosos que nunca, dispuestos a contarle todo a Equina y así lo hicieron. Después de enterarse de las penas de Alfina, la estrella de mar fue rápidamente a visitarla en la noche del día siguiente, pero claro, esta vez no fue sola, sino con sus queridos amigos.
Para no correr mucho peligro, todos se acomodaron sobre una roca cercana a la orilla y desde allí saludaron a Alfina. La estrella de mar reconoció la belleza y la diferencia de la estrella del cielo, pero también se aceptó y se sintió orgullosa de su propia belleza. Sabía que Dios la había creado con un propósito, sabía que contaba con el amor de sus amigos y entendió que su vida marina era uno de los mejores regalos.
Equina se convirtió en la gran amiga de Alfina y cada noche de los lunes, miércoles y viernes, subía hasta la misma roca para conversar con ella. Por su parte, cuando la estrella del cielo no podía ver a su gran amiga, emitía sus hermosos reflejos de luz con dirección al fondo del mar para que ésta los viera y nunca la olvide.
Una tarde de verano cuando estaba con sus amigos, decidieron ir a jugar cerca de la orilla, casi en la superficie del mar, pero al final Lula y Lola se desanimaron, pues tuvieron miedo de ser capturadas por los pescadores o en todo caso ser devoradas por los hambrientos peces de la playa. Lula y Lola se arrepintieron de ir a jugar y esto molestó mucho a la estrella marina pues ya se había hecho ilusiones. Aún así, Equina decidió ir solo con Pepito y Erick, sin embargo, a medio camino Erick también se desanimó porque pensó que el calor de la superficie podría causarle molestias tanto a él, como a Pepito y a Equina, por esa razón les pidió a sus amigos que ya no fueran pero Equina muy enojada le dijo:
-¡Eres un cobarde Erick! ¡Nunca más volveré a salir contigo!
Y el erizo avergonzado se marchó con la tristeza en el alma. Al ver tan abatido a su amigo, Pepito trato de acompañarlo, pero Equina se lo impidió y lo amenazó.
-Si te vas detrás de ese cobarde nunca más volveré a ser tu amiga- le dijo
Entonces Pepito le pidió que no llame cobarde a Erick, pero Equina muy molesta le contestó que él no era nadie para darle órdenes.
-Entonces me iré con él -dijo Pepito
-¡Pues vete ya y déjame sola antes de que te hinque con mis espinas! - le respondió Equina enfurecida.
Y fue así como Pepito se marchó triste pero al mismo tiempo preocupado por dejarla sola. Equina continuó con su paseo y en el camino encontró a un pez anciano que la saludó y le dijo:
-Hola hermosa estrella de mar, ¿A dónde te diriges?
-Me voy a conocer la playa señor pez, porque nunca he visitado la orilla del mar
-Tienes todo el derecho de hacerlo -contestó el pez -Pero debes tener en cuenta que estamos en verano y hace mucho calor, y si la marea te arrastra hacia la tierra y no regresa por ti, podrías terminar muerta
Pero Equina no entendió, aún no se daba cuenta de que era una criatura del fondo del mar y el estar expuesta al sol era muy peligroso para ella. Sin hacerle caso al anciano pez continuó su travesía y para su mala suerte minutos después un fuerte movimiento de las olas la arrastró hasta la misma playa. La inocente Equina acabó tirada en la arena, inmóvil y expuesta al sol. Miro a todos lados, le gusto el panorama de la playa, pero luego sintió como la piel le comenzaba a arder
-¡Ayúdenme! -gritaba Equina
Pero ningún animal marino podía escucharla. En ese momento la estrellita de mar anheló tener a sus amigos cerca y lamentó estar sola. Fue llegando la noche y de pronto aparecieron unos cangrejitos fosforecentes
-¡Ayúdenme por favor!- les gritó Equina
Pero ellos la miraron asustados y escaparon tan rápido como pudieron porque pensaban que ella intentaría comerlos.
La pobre estrella de mar sintió desolado su corazón, pero gracias a Dios tuvo la buena suerte de resistir, y mientras esperaba que una marea la lleve de regreso a casa, reflexionó sobre sus tres defectos y decidió que si salía viva de aquel problema, nunca más volvería a cometer los mismos errores. Mientras Equina esperaba y la noche continuaba, algo muy hermoso llamó su atención, miró al cielo y vio la luna llena, tan redonda, blanca y radiante, pero a pesar de ser esta la más notoria vio en torno a ella a varios puntitos destellantes, todos muy pequeñitos, excepto uno. Ese era un punto que brillaba casi tan fuerte como la luna, lo miró muy bien y descubrió que se parecía un poco a ella.
¡Vaya, vaya!-dijo Equina -Es una estrella como yo, pero vive en el firmamento y brilla con una fuerte luz. Es realmente hermosa, es incluso más hermosa que yo- se dijo así misma.
- Hey estrella del cielo ¿Cómo te llamas?- le dijo Equina
-¿Quién me habla? ¡Ah eres tú!, la de la playa. Yo me llamo Alfina ¿Y tú?
-Yo me llamo Equina y soy una estrella de mar, pero dime Alfina, ¿Será que somos primas o algo así?
-¿Primas?. No lo creo, somos parecidas pero al mismo tiempo muy diferentes. En primer lugar, yo soy mucho más grande que tú, en segundo lugar, tengo muchísima luz en las noches y en tercer lugar, yo puedo ver todo el mundo desde aquí arriba.
Equina sintió mucha vergüenza, pero a la vez mucha envidia y antes de que Alfina notara su malestar y le pidiera ser su amiga, vino una fuerte marea y se la llevó de regreso a su casa en el fondo del mar.
Al día siguiente Equina hizo las pases con sus amigos. Les pidió disculpas y cambió su carácter agresivo, también dejó de comer tantos crustáceos y moluscos, y alternó su dieta con huevecillos de pescado, por último, trato de pensar más antes de actuar. Todo parecía estar bien, pero a pesar de los cambios de Equina, había algo en ella que delataba una profunda tristeza y es que la estrella marina ya no era feliz con su vida, ella anhelaba convertirse en una estrella del cielo, deseaba profundamente brillar con intensidad y poder ver el mundo desde arriba. Tanta fue su inconformidad que comenzó a renegar de su condición de estrella del mar. El magnífico mundo marino ya no le impresionaba, odiaba su piel y hasta sus variados colores.
Cierto día ya no pudo ocultar más su dolor y le contó todo a Lula y a Lola, las cuales fueron presurosas a buscar a Pepito y a Erick, y fue entonces cuando juntos decidieron ayudar a Equina. Una noche se armaron de valor para ir a la superficie y conocer a la famosa Alfina. Ellos querían saber si el sufrimiento de Equina valía la pena y es así como aparecieron en la orilla, miraron al cielo, buscaron a Alfina, la encontraron y conversaron un buen rato con ella.
-Mi vida no es tan hermosa como parece - les dijo la estrella del cielo -Yo no tengo muchos amigos, nadie me puede ver durante el día, casi nadie me habla porque prefieren hablar con la luna, y si alguien decide hablar con una estrella es solo para pedir un deseo, eso dicen mis primas las estrellas fugaces. Como verán, nadie le pide deseos a una estrella como yo, por si fuera poco, no estoy cerca ni de la tierra ni de las otras estrellas del cielo y aunque pueda mirar el mundo desde arriba, nunca sabré lo que hay dentro de cada casa o dentro de cada cueva. Cada vez que me reflejo en el negro mar durante las noches me dan muchas ganas de saber cómo es la vida en las profundidades, pero sé que eso es imposible para mí. Si no puedo estar cerca de este planeta mucho menos podré ingresar a sus mares o a sus bosques. Dicen que los seres que habitan este mundo me admiran, pero ellos no saben que aquí en el cielo los admiramos a ellos también. Los habitantes de la tierra son tan hermosos y diferentes, y cada uno cumple una importante función. ¡Cuánto daría por ser una estrella terrenal! ¡Cuánto daría por ser una estrella de mar! ¡Cuánto daría por ser aunque sea un anís estrella!
Así confesó Alfina sus penas a las algas, al erizo y al pepino, miró el mar y les preguntó si conocían a una estrella llamada Equina
-Claro que la conocemos -respondió Pepito- Es nuestra amiga
- Pues díganle que venga a verme otra vez, pues nunca le dije lo hermosa que es -comentó Alfina
-No te preocupes -dijo Erick -Le contaremos sobre ti y vendrá a verte muy pronto.
Los amigos se despidieron de Alfina y juntos volvieron al fondo del mar sintiéndose más orgullosos que nunca, dispuestos a contarle todo a Equina y así lo hicieron. Después de enterarse de las penas de Alfina, la estrella de mar fue rápidamente a visitarla en la noche del día siguiente, pero claro, esta vez no fue sola, sino con sus queridos amigos.
Para no correr mucho peligro, todos se acomodaron sobre una roca cercana a la orilla y desde allí saludaron a Alfina. La estrella de mar reconoció la belleza y la diferencia de la estrella del cielo, pero también se aceptó y se sintió orgullosa de su propia belleza. Sabía que Dios la había creado con un propósito, sabía que contaba con el amor de sus amigos y entendió que su vida marina era uno de los mejores regalos.
Equina se convirtió en la gran amiga de Alfina y cada noche de los lunes, miércoles y viernes, subía hasta la misma roca para conversar con ella. Por su parte, cuando la estrella del cielo no podía ver a su gran amiga, emitía sus hermosos reflejos de luz con dirección al fondo del mar para que ésta los viera y nunca la olvide.
Venenosa y Lentejita
Había una vez una amistosa serpiente llamada Venenosa la cual vivía en un pantano. Ella estaba a punto de ser madre y se encontraba al cuidado de sus huevos. Por su parte, muy cerca de aquel nido vivía Lentejita, una tortuga gigante que también iba a ser madre y lógicamente al igual que Venenosa, cuidaba sus huevos con esmero. Una tarde mientras Venenosa y Lentejita fueron a buscar alimentos hubo un fuerte temblor de tierra. Muy asustadas trataron de ponerse a buen recaudo, es decir que ambas buscaron un lugar seguro para no sufrir accidentes durante el temblor. Cuando la tierra dejo de moverse Venenosa y Lentejita buscaron desesperadamente sus nidos pero lamentablemente estos habían desaparecido y los huevos se encontraban desperdigados por todas partes. Es así como la serpiente y la tortuga fueron poco a poco recolectando sus huevitos hasta tenerlos completos y luego cada una procedió a reconstruir su respectivo nido. A la semana siguiente los huevos de ambas se abrieron y Venenosa y Lentejita contemplaban emocionadas a sus retoños, pero qué sorpresa se llevaron al ver tan diferentes a sus hijos. Venenosa había tenido unas lindas tortuguitas bebés y Lentejita por su parte tenía como hijos a unas delgadas y graciosas serpientes recién nacidas.
Algo raro debió haber sucedido se preguntaban ambas madres, pero no atinaban a descubrir las razones. Entonces decidieron resignarse y pasaron varias semanas cuidando de sus hijos. Muchas veces Venenosa sintió ganas de comerse a las pequeñas tortugas, pero supuso que tal vez sus caparazones le provocarían indigestión y lo más importante fue que ella estaba convencida de que esas pequeñas tortuguitas eran sus hijas, así que se reprendía a sí misma y se sentía avergonzada de lo que sentía. En lugar de comerlas o dañarlas, más bien las protegía y las alimentaba tiernamente, ya que su amor de madre era superior a cualquier otro sentimiento.
No lejos de allí, Lentejita estaba a punto de tirar la toalla porque sus delgadas hijas se movían rápidamente y se escapaban con facilidad. Lentejita tenía que hacer esfuerzos sobre naturales para alcanzarlas y muchas veces sintió ganas de abandonarlas. Sin embargo, su amor de madre se lo impidió. Ella educó de tal manera a las pequeñas serpientes que éstas comenzaron a desplazarse casi a su misma velocidad y así fue más fácil cuidarlas y alimentarlas.
Pero como ya sabemos, en toda historia siempre hay alguien que sabe toda la verdad, y en esta ocasión ese alguien fue el guacamayo Samuel, quien durante el temblor voló muy asustado por el cielo y desde arriba pudo observar como los huevos de ambos nidos rodaron hacia los lados opuestos, produciendo semejante confusión. Samuel hubiera guardado el secreto hasta el día de su muerte, pero una mañana mientras tomaba el desayuno decidió contárselo a su esposa Magaly. Ella como digna representante del género femenino, no pudo guardar el secreto e inmediatamente fue a contárselo a Lorena, una lora parlanchina y chismosa que se encargo de llevar la noticia a todos los animales que pudo. Hasta que una noche la luciérnaga Lucia se lo hizo saber a Lentejita. Al día siguiente muy temprano, Lentejita fue con sus hijos a la casa de Venenosa, sin saber que el cocodrilo Coco ya le había contado la verdad a ésta y Venenosa también estaba en compañía de sus hijos rumbo a la casa de Lentejita. Fue así, como las dos familias se encontraron en el camino. Al verse frente a frente, Venenosa y Lentejita lloraron de la emoción, se acariciaron con sus cabezas y se agradecieron mutuamente el haber cuidado de sus hijos. La despedida fue algo triste para las pequeñas tortugas y las pequeñas serpientes, pero finalmente entendieron que debían estar con sus verdaderas madres.
Las pequeñas tortugas y serpientes crecieron como primas, mientras que Venenosa y Lentejita se hicieron comadres.
Algo raro debió haber sucedido se preguntaban ambas madres, pero no atinaban a descubrir las razones. Entonces decidieron resignarse y pasaron varias semanas cuidando de sus hijos. Muchas veces Venenosa sintió ganas de comerse a las pequeñas tortugas, pero supuso que tal vez sus caparazones le provocarían indigestión y lo más importante fue que ella estaba convencida de que esas pequeñas tortuguitas eran sus hijas, así que se reprendía a sí misma y se sentía avergonzada de lo que sentía. En lugar de comerlas o dañarlas, más bien las protegía y las alimentaba tiernamente, ya que su amor de madre era superior a cualquier otro sentimiento.
No lejos de allí, Lentejita estaba a punto de tirar la toalla porque sus delgadas hijas se movían rápidamente y se escapaban con facilidad. Lentejita tenía que hacer esfuerzos sobre naturales para alcanzarlas y muchas veces sintió ganas de abandonarlas. Sin embargo, su amor de madre se lo impidió. Ella educó de tal manera a las pequeñas serpientes que éstas comenzaron a desplazarse casi a su misma velocidad y así fue más fácil cuidarlas y alimentarlas.
Pero como ya sabemos, en toda historia siempre hay alguien que sabe toda la verdad, y en esta ocasión ese alguien fue el guacamayo Samuel, quien durante el temblor voló muy asustado por el cielo y desde arriba pudo observar como los huevos de ambos nidos rodaron hacia los lados opuestos, produciendo semejante confusión. Samuel hubiera guardado el secreto hasta el día de su muerte, pero una mañana mientras tomaba el desayuno decidió contárselo a su esposa Magaly. Ella como digna representante del género femenino, no pudo guardar el secreto e inmediatamente fue a contárselo a Lorena, una lora parlanchina y chismosa que se encargo de llevar la noticia a todos los animales que pudo. Hasta que una noche la luciérnaga Lucia se lo hizo saber a Lentejita. Al día siguiente muy temprano, Lentejita fue con sus hijos a la casa de Venenosa, sin saber que el cocodrilo Coco ya le había contado la verdad a ésta y Venenosa también estaba en compañía de sus hijos rumbo a la casa de Lentejita. Fue así, como las dos familias se encontraron en el camino. Al verse frente a frente, Venenosa y Lentejita lloraron de la emoción, se acariciaron con sus cabezas y se agradecieron mutuamente el haber cuidado de sus hijos. La despedida fue algo triste para las pequeñas tortugas y las pequeñas serpientes, pero finalmente entendieron que debían estar con sus verdaderas madres.
Las pequeñas tortugas y serpientes crecieron como primas, mientras que Venenosa y Lentejita se hicieron comadres.
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