viernes, 21 de enero de 2011

El dilema de Petros

Petros es un pelícano joven y ágil, es el más diestro en la cacería de pescados. Esto lo heredó de su madre. Ella enviudó al poco tiempo de nacer Petros, ya que su esposo, el padre de Petros, fue capturado por una embarcación griega y convertido en la mascota de la isla Mykonos, allí vivió algunos años cautivo hasta que enfermó y murió.
La madre de Petros se volvió a comprometer y tuvo otros hijos, sin embargo, al crecer Petros seguía visitándola todos los fines de semana porque la consideraba también su gran amiga.
A los pocos meses de independizarse y salir de casa, Petros conoció a Felipe, un pelicano tres años mayor que él, con el cual desarrollo una gran amistad ya que tenían personalidades muy afines, ambos disfrutaban cazando peces, y lo hacían con mucho estilo. No era raro verlos haciendo competencia de cacería en las playas o sobrevolando embarcaciones para hurtar algunos pececillos.
No obstante, los tiempos habían cambiado mucho desde que Petros era pequeño hasta que se hizo adulto, en el transcurso de su vida tuvo que soportar algunos contratiempos como enfermedades del plumaje y ciertos problemas digestivos, pero hasta el momento, nada realmente peligroso.
Cierto día sintió la ausencia de Felipe, no lo había visto en una semana y Petros decidió buscarlo en medio de la colonia, pero no lo encontró.
– Está acostado detrás de las rocas - dijo Brenda, una pelícano adolescente prima de Felipe.
-No ha salido de allí por varios días y tampoco quiere hablar- exclamó Brenda, preocupada
Petros pensó que tal vez estaba deprimido por la escases de peces en el mar, aunque por otro lado, un mal presentimiento lo embargaba.
Al fin ubicó a Felipe y se le acercó sigilosamente – ¿eres tú Petros? ¿Acaso estoy soñando? –exclamó Felipe con una débil voz
-Sí Felipe, soy yo, y he venido a ver que te ocurre amigo – contestó Petros
-Amigo querido- respondió Felipe- hace unos días decidí salir de cacería solo, como quien entrena para nuestras competencias, pero como bien sabrás ya no hay muchos peces cerca de la orilla. Supuse que podría encontrar algunos mar adentro y fue entonces cuando divise una embarcación enorme que liberaba un liquido oscuro y espeso en el fondo del mar, el agua estaba tan oscura que casi no podía distinguir peces desde arriba, hasta que de pronto apareció un pez, nadando lentamente, como si quisieran ser capturado por mí, lo cogí con la destreza que ya conoces y luego me lo comí, desde ese día me he sentido débil y sin ganas de volar o comer, y hace unas horas que he comenzado a tener mucho frio.
-No te preocupes Felipe, voy a buscar a mi madre, ella debe conocer algún remedio para estos casos, hoy día debe estar inspeccionando nuevas playas junto con mis hermanos y mi padrastro, así que no te preocupes, volveré en un par de horas.
Petros encontró a su madre y le contó lo sucedido, pero antes de escuchar el nombre de algún tipo de remedio, solo se percato de la mirada triste que puso ella en su rostro.
-Esos síntomas los he visto antes le dijo
- Y con qué se curan -contestó Petros
- Quienes los tenían no se curaban- respondió la pelicano
- Por eso yo y tus hermanos estamos pensando en cambiar de playa.
-¿Crees que esta playa no es buena? -respondió Petros
- Si no hay peces, y los pocos que hay nos enferman, entonces ya no es un buen lugar.
-No lo sé- respondió Petros y desconcertado emprendió vuelo
Al llegar a su playa encontró a toda la colonia cerca de las rocas que ocultaban a Felipe
-¡Qué ocurre aquí!- gritó Petros
– Felipe ha muerto -replicó Brenda entre sollozos.
Y fue entonces cuando Petros sintió una presión en el corazón. No podía creer lo que estaba viendo. El saludable y atlético Felipe había muerto.
Después de una semana de la muerte de Felipe, la situación se agravó. El mar lucía vacío, la colonia no había encontrado un solo pez y la necesidad del hambre apremiaba con más fuerzas que antes.
-No moriré de hambre – dijo Petros – buscaré peces aunque tenga que acercarme a esa enorme embarcación- y así lo hizo. Utilizando poca de su destreza, atrapó a un fornido pez que nadaba lentamente y con el cuerpo de este en el pico, regresó a la orilla.
Los pelicanos de la colonia lo observaban con extrañeza, mientras que Petros sentía algo de vergüenza por tener que comer solo, pero al mismo tiempo sentía miedo al recordar la experiencia de Felipe.
Se mantuvo 5 minutos con el pez en el pico, sin comerlo y meditando, finalmente voló de regreso cerca de la embarcación, soltó el pez justo en la cubierta del barco y se marchó taciturno en busca de su madre. Ella había estado cerca de la colina por varias horas y esta vez es muy probable que haya visto el episodio de Petros con el pez, sin embargo, cuando se encontraron solo lo miró y con los ojos lo invitó a volar hasta el muelle en donde ambos permanecieron con hambre y en silencio hasta el amanecer.