sábado, 4 de junio de 2011

El cambio de Equina

Equina era una encantadora estrella de mar que vivía en el fondo de las costas del Atlántico. Siempre andaba acompañada de sus queridos amigos Erick el erizo, Pepito, un pepino de mar y Lula y Lola, unas peculiares algas marinas. Equina era considerada una de las más bellas estrellas de mar por ser multicolor y desplazarse con mucha gracia y elegancia. Sin embargo, a pesar de ser hermosa, Equina tenía tres grandes defectos, uno de ellos era ser muy agresiva, ya que cada vez que se enojaba solía lastimar a sus agresores con sus espinas, el segundo defecto era no ser muy inteligente, pues casi nunca entendía lo que pasaba a su alrededor, y el tercer defecto era el comer moluscos y crustáceos, por lo cual como era obvio, no podía contar con la amistad de estos animalitos.
Una tarde de verano cuando estaba con sus amigos, decidieron ir a jugar cerca de la orilla, casi en la superficie del mar, pero al final Lula y Lola se desanimaron, pues tuvieron miedo de ser capturadas por los pescadores o en todo caso ser devoradas por los hambrientos peces de la playa. Lula y Lola se arrepintieron de ir a jugar y esto molestó mucho a la estrella marina pues ya se había hecho ilusiones. Aún así, Equina decidió ir solo con Pepito y Erick, sin embargo, a medio camino Erick también se desanimó porque pensó que el calor de la superficie podría causarle molestias tanto a él, como a Pepito y a Equina, por esa razón les pidió a sus amigos que ya no fueran pero Equina muy enojada le dijo:
-¡Eres un cobarde Erick! ¡Nunca más volveré a salir contigo!
Y el erizo avergonzado se marchó con la tristeza en el alma. Al ver tan abatido a su amigo, Pepito trato de acompañarlo, pero Equina se lo impidió y lo amenazó.
-Si te vas detrás de ese cobarde nunca más volveré a ser tu amiga- le dijo
Entonces Pepito le pidió que no llame cobarde a Erick, pero Equina muy molesta le contestó que él no era nadie para darle órdenes.
-Entonces me iré con él -dijo Pepito
-¡Pues vete ya y déjame sola antes de que te hinque con mis espinas! - le respondió Equina enfurecida.
Y fue así como Pepito se marchó triste pero al mismo tiempo preocupado por dejarla sola. Equina continuó con su paseo y en el camino encontró a un pez anciano que la saludó y le dijo:
-Hola hermosa estrella de mar, ¿A dónde te diriges?
-Me voy a conocer la playa señor pez, porque nunca he visitado la orilla del mar
-Tienes todo el derecho de hacerlo -contestó el pez -Pero debes tener en cuenta que estamos en verano y hace mucho calor, y si la marea te arrastra hacia la tierra y no regresa por ti, podrías terminar muerta
Pero Equina no entendió, aún no se daba cuenta de que era una criatura del fondo del mar y el estar expuesta al sol era muy peligroso para ella. Sin hacerle caso al anciano pez continuó su travesía y para su mala suerte minutos después un fuerte movimiento de las olas la arrastró hasta la misma playa. La inocente Equina acabó tirada en la arena, inmóvil y expuesta al sol. Miro a todos lados, le gusto el panorama de la playa, pero luego sintió como la piel le comenzaba a arder
-¡Ayúdenme! -gritaba Equina
Pero ningún animal marino podía escucharla. En ese momento la estrellita de mar anheló tener a sus amigos cerca y lamentó estar sola. Fue llegando la noche y de pronto aparecieron unos cangrejitos fosforecentes
-¡Ayúdenme por favor!- les gritó Equina
Pero ellos la miraron asustados y escaparon tan rápido como pudieron porque pensaban que ella intentaría comerlos.
La pobre estrella de mar sintió desolado su corazón, pero gracias a Dios tuvo la buena suerte de resistir, y mientras esperaba que una marea la lleve de regreso a casa, reflexionó sobre sus tres defectos y decidió que si salía viva de aquel problema, nunca más volvería a cometer los mismos errores. Mientras Equina esperaba y la noche continuaba, algo muy hermoso llamó su atención, miró al cielo y vio la luna llena, tan redonda, blanca y radiante, pero a pesar de ser esta la más notoria vio en torno a ella a varios puntitos destellantes, todos muy pequeñitos, excepto uno. Ese era un punto que brillaba casi tan fuerte como la luna, lo miró muy bien y descubrió que se parecía un poco a ella.
¡Vaya, vaya!-dijo Equina -Es una estrella como yo, pero vive en el firmamento y brilla con una fuerte luz. Es realmente hermosa, es incluso más hermosa que yo- se dijo así misma.
- Hey estrella del cielo ¿Cómo te llamas?- le dijo Equina
-¿Quién me habla? ¡Ah eres tú!, la de la playa. Yo me llamo Alfina ¿Y tú?
-Yo me llamo Equina y soy una estrella de mar, pero dime Alfina, ¿Será que somos primas o algo así?
-¿Primas?. No lo creo, somos parecidas pero al mismo tiempo muy diferentes. En primer lugar, yo soy mucho más grande que tú, en segundo lugar, tengo muchísima luz en las noches y en tercer lugar, yo puedo ver todo el mundo desde aquí arriba.
Equina sintió mucha vergüenza, pero a la vez mucha envidia y antes de que Alfina notara su malestar y le pidiera ser su amiga, vino una fuerte marea y se la llevó de regreso a su casa en el fondo del mar.
Al día siguiente Equina hizo las pases con sus amigos. Les pidió disculpas y cambió su carácter agresivo, también dejó de comer tantos crustáceos y moluscos, y alternó su dieta con huevecillos de pescado, por último, trato de pensar más antes de actuar. Todo parecía estar bien, pero a pesar de los cambios de Equina, había algo en ella que delataba una profunda tristeza y es que la estrella marina ya no era feliz con su vida, ella anhelaba convertirse en una estrella del cielo, deseaba profundamente brillar con intensidad y poder ver el mundo desde arriba. Tanta fue su inconformidad que comenzó a renegar de su condición de estrella del mar. El magnífico mundo marino ya no le impresionaba, odiaba su piel y hasta sus variados colores.
Cierto día ya no pudo ocultar más su dolor y le contó todo a Lula y a Lola, las cuales fueron presurosas a buscar a Pepito y a Erick, y fue entonces cuando juntos decidieron ayudar a Equina. Una noche se armaron de valor para ir a la superficie y conocer a la famosa Alfina. Ellos querían saber si el sufrimiento de Equina valía la pena y es así como aparecieron en la orilla, miraron al cielo, buscaron a Alfina, la encontraron y conversaron un buen rato con ella.
-Mi vida no es tan hermosa como parece - les dijo la estrella del cielo -Yo no tengo muchos amigos, nadie me puede ver durante el día, casi nadie me habla porque prefieren hablar con la luna, y si alguien decide hablar con una estrella es solo para pedir un deseo, eso dicen mis primas las estrellas fugaces. Como verán, nadie le pide deseos a una estrella como yo, por si fuera poco, no estoy cerca ni de la tierra ni de las otras estrellas del cielo y aunque pueda mirar el mundo desde arriba, nunca sabré lo que hay dentro de cada casa o dentro de cada cueva. Cada vez que me reflejo en el negro mar durante las noches me dan muchas ganas de saber cómo es la vida en las profundidades, pero sé que eso es imposible para mí. Si no puedo estar cerca de este planeta mucho menos podré ingresar a sus mares o a sus bosques. Dicen que los seres que habitan este mundo me admiran, pero ellos no saben que aquí en el cielo los admiramos a ellos también. Los habitantes de la tierra son tan hermosos y diferentes, y cada uno cumple una importante función. ¡Cuánto daría por ser una estrella terrenal! ¡Cuánto daría por ser una estrella de mar! ¡Cuánto daría por ser aunque sea un anís estrella!
Así confesó Alfina sus penas a las algas, al erizo y al pepino, miró el mar y les preguntó si conocían a una estrella llamada Equina
-Claro que la conocemos -respondió Pepito- Es nuestra amiga
- Pues díganle que venga a verme otra vez, pues nunca le dije lo hermosa que es -comentó Alfina
-No te preocupes -dijo Erick -Le contaremos sobre ti y vendrá a verte muy pronto.
Los amigos se despidieron de Alfina y juntos volvieron al fondo del mar sintiéndose más orgullosos que nunca, dispuestos a contarle todo a Equina y así lo hicieron. Después de enterarse de las penas de Alfina, la estrella de mar fue rápidamente a visitarla en la noche del día siguiente, pero claro, esta vez no fue sola, sino con sus queridos amigos.
Para no correr mucho peligro, todos se acomodaron sobre una roca cercana a la orilla y desde allí saludaron a Alfina. La estrella de mar reconoció la belleza y la diferencia de la estrella del cielo, pero también se aceptó y se sintió orgullosa de su propia belleza. Sabía que Dios la había creado con un propósito, sabía que contaba con el amor de sus amigos y entendió que su vida marina era uno de los mejores regalos.
Equina se convirtió en la gran amiga de Alfina y cada noche de los lunes, miércoles y viernes, subía hasta la misma roca para conversar con ella. Por su parte, cuando la estrella del cielo no podía ver a su gran amiga, emitía sus hermosos reflejos de luz con dirección al fondo del mar para que ésta los viera y nunca la olvide.

Venenosa y Lentejita

Había una vez una amistosa serpiente llamada Venenosa la cual vivía en un pantano. Ella estaba a punto de ser madre y se encontraba al cuidado de sus huevos. Por su parte, muy cerca de aquel nido vivía Lentejita, una tortuga gigante que también iba a ser madre y lógicamente al igual que Venenosa, cuidaba sus huevos con esmero. Una tarde mientras Venenosa y Lentejita fueron a buscar alimentos hubo un fuerte temblor de tierra. Muy asustadas trataron de ponerse a buen recaudo, es decir que ambas buscaron un lugar seguro para no sufrir accidentes durante el temblor. Cuando la tierra dejo de moverse Venenosa y Lentejita buscaron desesperadamente sus nidos pero lamentablemente estos habían desaparecido y los huevos se encontraban desperdigados por todas partes. Es así como la serpiente y la tortuga fueron poco a poco recolectando sus huevitos hasta tenerlos completos y luego cada una procedió a reconstruir su respectivo nido. A la semana siguiente los huevos de ambas se abrieron y Venenosa y Lentejita contemplaban emocionadas a sus retoños, pero qué sorpresa se llevaron al ver tan diferentes a sus hijos. Venenosa había tenido unas lindas tortuguitas bebés y Lentejita por su parte tenía como hijos a unas delgadas y graciosas serpientes recién nacidas.
Algo raro debió haber sucedido se preguntaban ambas madres, pero no atinaban a descubrir las razones. Entonces decidieron resignarse y pasaron varias semanas cuidando de sus hijos. Muchas veces Venenosa sintió ganas de comerse a las pequeñas tortugas, pero supuso que tal vez sus caparazones le provocarían indigestión y lo más importante fue que ella estaba convencida de que esas pequeñas tortuguitas eran sus hijas, así que se reprendía a sí misma y se sentía avergonzada de lo que sentía. En lugar de comerlas o dañarlas, más bien las protegía y las alimentaba tiernamente, ya que su amor de madre era superior a cualquier otro sentimiento.
No lejos de allí, Lentejita estaba a punto de tirar la toalla porque sus delgadas hijas se movían rápidamente y se escapaban con facilidad. Lentejita tenía que hacer esfuerzos sobre naturales para alcanzarlas y muchas veces sintió ganas de abandonarlas. Sin embargo, su amor de madre se lo impidió. Ella educó de tal manera a las pequeñas serpientes que éstas comenzaron a desplazarse casi a su misma velocidad y así fue más fácil cuidarlas y alimentarlas.
Pero como ya sabemos, en toda historia siempre hay alguien que sabe toda la verdad, y en esta ocasión ese alguien fue el guacamayo Samuel, quien durante el temblor voló muy asustado por el cielo y desde arriba pudo observar como los huevos de ambos nidos rodaron hacia los lados opuestos, produciendo semejante confusión. Samuel hubiera guardado el secreto hasta el día de su muerte, pero una mañana mientras tomaba el desayuno decidió contárselo a su esposa Magaly. Ella como digna representante del género femenino, no pudo guardar el secreto e inmediatamente fue a contárselo a Lorena, una lora parlanchina y chismosa que se encargo de llevar la noticia a todos los animales que pudo. Hasta que una noche la luciérnaga Lucia se lo hizo saber a Lentejita. Al día siguiente muy temprano, Lentejita fue con sus hijos a la casa de Venenosa, sin saber que el cocodrilo Coco ya le había contado la verdad a ésta y Venenosa también estaba en compañía de sus hijos rumbo a la casa de Lentejita. Fue así, como las dos familias se encontraron en el camino. Al verse frente a frente, Venenosa y Lentejita lloraron de la emoción, se acariciaron con sus cabezas y se agradecieron mutuamente el haber cuidado de sus hijos. La despedida fue algo triste para las pequeñas tortugas y las pequeñas serpientes, pero finalmente entendieron que debían estar con sus verdaderas madres.
Las pequeñas tortugas y serpientes crecieron como primas, mientras que Venenosa y Lentejita se hicieron comadres.

La llamada de Leila

Aquella mañana me levanté algo cansada, me bañe, me aliste y tomé el desayuno, bajé a la cochera y saqué mi auto. Calenté como siempre durante unos segundos el motor y luego partí rumbo al trabajo. Sonó el celular, pero no lo contesté por precaución, sin embargo, ante la insistencia tuve que hacerlo. Yo sabía muy bien que ninguna persona conocida podía llamarme a esas horas pues todos saben perfectamente que nunca hablo por teléfono mientras conduzco y también saben que a esas horas de lunes a viernes siempre estoy manejando, por lo tanto algún amigo o familiar no podía ser, al menos que sea una llamada sumamente urgente. Por eso contesté el teléfono y entonces escuche aquella tierna voz infantil.
-Merlina ¿Eres tú?
- Sí -le dije -Soy Merlina y tú quién eres
-Yo soy tu amiga-me contestó
-¿Mi amiga? -le dije- ¿Cuántos años tienes?, ¿Cuál es tu nombre?, mira, mejor pásame con tu mamá
-Lo siento, aquí no está mi mamá -me contestó- Pero si tanto te importa, creo que puedes hacer algo por ella.
-Escúchame bien niña, no tengo tiempo para hablarte, estoy camino al trabajo y no suelo hablar con nadie mientras manejo- le respondí algo nerviosa.
-Está bien te dejaré en paz, solo te pido que prendas la radio y te ubiques en el 87.5 del FM, solo eso, adiós.
Aquella niña me había colgado intempestivamente y en ese momento miles de preguntas comenzaron a pasar por mi cabeza, ¿Quién era esa niña?, ¿Por qué quería que prendiera la radio?, ¿Acaso era una broma?, ¿Acaso debía enterarme de alguna noticia?, ¿Qué radio era esa?
-No, mejor me olvido de esta bromita y no le hago caso- me dije
Pero luego una inquietante curiosidad me animó a prender la radio y a buscar ese número en el dial.
Entonces escuché al locutor de la radio decir: “Esta es la canción que estabas esperando, disfrútala” y así comenzó, era la canción NO CONTROLES del grupo Flans.
-¡Woow! -me dije- Es la canción de mi infancia- ¡Cómo la cantábamos en el colegio! -y de inmediato empecé a cantarla en mi auto.
Eran las cuatro de la tarde y Leila y yo coordinábamos los pasos para nuestra presentación en el día de la madre.
-Carla es la que tiene el video, y por eso sabe todos los pasos auténticos, deberíamos esperar a Carla - me dijo Leila
-No - le contesté- Yo creo que si Carla tuviera interés en bailar con nosotras y el grupo, ya debería estar aquí, así que si no tenemos los pasos auténticos crearemos nuestros propios pasos, qué dicen chicas
-Estoy de acuerdo- dijo Carmen
- Y yo también -exclamó Fanny
- Qué dices tú Adita, ¿Estás de acuerdo?-le pregunté
- Pues la verdad yo opino como Leila -me contestó- Creo que debemos hacer los pasos originales de las chicas de Flans.
-Pues entonces no tiene sentido estar aquí -le dije -No tenemos tiempo que perder, la presentación es en cuatro días y aún no tenemos nada claro.
-Está bien -replicó Leila- Ensayemos unos cuantos pasos, pero mañana hablaremos seriamente con Carla para ver si bailará con nosotras y a ver si nos deja observar su video.
Después de ensayar algunos pasos nos despedimos y como siempre Leila y yo nos fuimos juntas. Esa tarde Leila estaba muy callada
-¿Por qué no dices nada? - le pregunté
- Pues porque estoy muy decepcionada de ti - me dijo
-¿Y por qué? -le contesté
-Por haberme contradecido delante de las demás, la única que apoyó mi idea fue Adita y eso que ella no es mi mejor amiga, se supone que tú debiste apoyarme
-Yo solo dije lo que pensaba -le conteste
-Pero si pensamos diferente ¿Cómo es que somos amigas desde el segundo grado? –me preguntó
-Pues yo creo que ahora que somos grandes y estamos en quinto grado, cada una debe tener sus propias ideas
-Muy bien Merlina, justo ahora se me ocurre una idea propia ¿Quieres saberla?
-A ver ¿Cuál es? - le dije
-¡No me busques en los recreos nunca más!
-¡Qué dices Leila!
- ¡Ya lo dije!, chau.
Y desde aquella tarde Leila comenzó a compartir su lonchera y a intercambiar dibujos con Carla. Así fue, la pesada de Carla se incorporó al grupo y comenzó a dirigir los pasos del baile, todos los ensayos se tenían que hacer en su casa y para colmo siempre criticaba mi forma de bailar.
La situación se puso tan insostenible que decidí salirme del grupo al segundo día del ensayo. Carla dijo en ese momento que si alguien más quería salirse del grupo sería mucho mejor ya que las Flans eran solo tres y con ella, Leila y Adita serian suficientes, en ese instante Leila puso una mirada perpleja y entonces Fanny le dijo a Carla que solo se trataba de un baile, no de una imitación, pero como Carla insistió con lo mismo, Fanny terminó abandonando los ensayos también. Desde esa tarde no supe nada más hasta el día de la presentación.
Llegó al fin el esperado viernes y anunciaron el número, pero yo no había visto a la madre de Leila en toda la actuación, y eso se me hacía muy extraño, hasta que salí de mis dudas cuando vi en el escenario a Carla, Carmen y Adita
-Pero ¿Dónde está Leila? -me pregunte
Al terminar la presentación fui corriendo a preguntárselo a Carmen. Ella me contó que al día siguiente de mi salida, Leila ya no volvió más a los ensayos, simplemente dijo que ya no quería bailar y no dio más explicaciones. Al término de la celebración busqué a mi madre y le conté todo lo sucedido, ella me dijo que vaya a ver a Leila porque tal vez estaba enferma y ya que vivía a solo dos cuadras de mi casa fui a visitarla por la tarde.
-¿Por qué no bailaste con ellas? -le pregunté
-Porque no me gustaba lo que hacían -me dijo -En realidad no me gustaba nada de lo que hacía Carla, pero nunca tuve el valor para decírselo
- Carla siempre quiere hacer lo que le da la gana -le dije
-Así es, por eso nunca más volveré a juntarme con ella
- Ni yo- le dije seriamente
-Entonces ¿Con quién te juntaras ahora? -me preguntó
- Pues si quieres me juntaré contigo- le contesté
-Bueno, entonces ayúdame a hacer algo
- Qué- le pregunte
-Pues mi mami no quizo ir a la celebración porque yo no iba a bailar, pero tenía muchas ganas de verme, sobretodo porque es mi canción preferida
-Y también la mía -le dije
-Sí claro, eso siempre lo supe- me respondió -Qué te parece si bailamos para ella en la sala
-Eso me parece una excelente idea- le contesté
Y esa tarde Leila puso su disco de las Flans y las dos bailamos y cantamos NO CONTROLES, frente a su madre, que después como premio nos preparó un delicioso lonche. Desde ese día nunca más volvimos a pelear y fuimos inseparables, hasta que me mudé de barrio y tuve que cambiar de colegio para hacer la secundaria. El tiempo paso y jamás supe que fue de mi gran amiga Leila Fernández, nunca supe nada hasta..
-¿Qué? ¿Dónde estoy? Se supone que yo iba a trabajar ¡Dios mío! ¿Qué hago aquí?
Sumergida en mis recuerdos había conducido tanto que me desvié del camino y en ese momento me encontraba nada más y nada menos que en mi antiguo barrio.
- ¡Dios bendito! -me dije- Esa es la casa de Leila y son las nueve de la mañana, ¿Será que Leila aún vive allí?, ¿Será que la casa fue comprada por otra familia?, vamos a ver -me dije a mí misma.
Estacioné el auto frente a la casa, bajé, me aproximé a la puerta y toqué el timbre. A los pocos segundos ella me abrió la puerta, la reconocí, era la madre de Leila
-Dígame señorita qué se le ofrece-me dijo con un tono amable
-Señora, espero me recuerde, soy Merlina Reyes, fui compañera de Leila y su mejor amiga cuando estuvimos en la primaria, ¿Cómo esta ella? -le pregunte
Entonces vi que sus ojos se abrieron sorprendidos e inmediatamente se llenaron de lágrimas
-Leila murió el año pasado después de un accidente -me dijo -Agonizó durante algunas horas en el hospital y antes de morir me hizo algunos pedidos. Una de sus peticiones fue que te buscara y te diera su disco de las Flans.

viernes, 21 de enero de 2011

El dilema de Petros

Petros es un pelícano joven y ágil, es el más diestro en la cacería de pescados. Esto lo heredó de su madre. Ella enviudó al poco tiempo de nacer Petros, ya que su esposo, el padre de Petros, fue capturado por una embarcación griega y convertido en la mascota de la isla Mykonos, allí vivió algunos años cautivo hasta que enfermó y murió.
La madre de Petros se volvió a comprometer y tuvo otros hijos, sin embargo, al crecer Petros seguía visitándola todos los fines de semana porque la consideraba también su gran amiga.
A los pocos meses de independizarse y salir de casa, Petros conoció a Felipe, un pelicano tres años mayor que él, con el cual desarrollo una gran amistad ya que tenían personalidades muy afines, ambos disfrutaban cazando peces, y lo hacían con mucho estilo. No era raro verlos haciendo competencia de cacería en las playas o sobrevolando embarcaciones para hurtar algunos pececillos.
No obstante, los tiempos habían cambiado mucho desde que Petros era pequeño hasta que se hizo adulto, en el transcurso de su vida tuvo que soportar algunos contratiempos como enfermedades del plumaje y ciertos problemas digestivos, pero hasta el momento, nada realmente peligroso.
Cierto día sintió la ausencia de Felipe, no lo había visto en una semana y Petros decidió buscarlo en medio de la colonia, pero no lo encontró.
– Está acostado detrás de las rocas - dijo Brenda, una pelícano adolescente prima de Felipe.
-No ha salido de allí por varios días y tampoco quiere hablar- exclamó Brenda, preocupada
Petros pensó que tal vez estaba deprimido por la escases de peces en el mar, aunque por otro lado, un mal presentimiento lo embargaba.
Al fin ubicó a Felipe y se le acercó sigilosamente – ¿eres tú Petros? ¿Acaso estoy soñando? –exclamó Felipe con una débil voz
-Sí Felipe, soy yo, y he venido a ver que te ocurre amigo – contestó Petros
-Amigo querido- respondió Felipe- hace unos días decidí salir de cacería solo, como quien entrena para nuestras competencias, pero como bien sabrás ya no hay muchos peces cerca de la orilla. Supuse que podría encontrar algunos mar adentro y fue entonces cuando divise una embarcación enorme que liberaba un liquido oscuro y espeso en el fondo del mar, el agua estaba tan oscura que casi no podía distinguir peces desde arriba, hasta que de pronto apareció un pez, nadando lentamente, como si quisieran ser capturado por mí, lo cogí con la destreza que ya conoces y luego me lo comí, desde ese día me he sentido débil y sin ganas de volar o comer, y hace unas horas que he comenzado a tener mucho frio.
-No te preocupes Felipe, voy a buscar a mi madre, ella debe conocer algún remedio para estos casos, hoy día debe estar inspeccionando nuevas playas junto con mis hermanos y mi padrastro, así que no te preocupes, volveré en un par de horas.
Petros encontró a su madre y le contó lo sucedido, pero antes de escuchar el nombre de algún tipo de remedio, solo se percato de la mirada triste que puso ella en su rostro.
-Esos síntomas los he visto antes le dijo
- Y con qué se curan -contestó Petros
- Quienes los tenían no se curaban- respondió la pelicano
- Por eso yo y tus hermanos estamos pensando en cambiar de playa.
-¿Crees que esta playa no es buena? -respondió Petros
- Si no hay peces, y los pocos que hay nos enferman, entonces ya no es un buen lugar.
-No lo sé- respondió Petros y desconcertado emprendió vuelo
Al llegar a su playa encontró a toda la colonia cerca de las rocas que ocultaban a Felipe
-¡Qué ocurre aquí!- gritó Petros
– Felipe ha muerto -replicó Brenda entre sollozos.
Y fue entonces cuando Petros sintió una presión en el corazón. No podía creer lo que estaba viendo. El saludable y atlético Felipe había muerto.
Después de una semana de la muerte de Felipe, la situación se agravó. El mar lucía vacío, la colonia no había encontrado un solo pez y la necesidad del hambre apremiaba con más fuerzas que antes.
-No moriré de hambre – dijo Petros – buscaré peces aunque tenga que acercarme a esa enorme embarcación- y así lo hizo. Utilizando poca de su destreza, atrapó a un fornido pez que nadaba lentamente y con el cuerpo de este en el pico, regresó a la orilla.
Los pelicanos de la colonia lo observaban con extrañeza, mientras que Petros sentía algo de vergüenza por tener que comer solo, pero al mismo tiempo sentía miedo al recordar la experiencia de Felipe.
Se mantuvo 5 minutos con el pez en el pico, sin comerlo y meditando, finalmente voló de regreso cerca de la embarcación, soltó el pez justo en la cubierta del barco y se marchó taciturno en busca de su madre. Ella había estado cerca de la colina por varias horas y esta vez es muy probable que haya visto el episodio de Petros con el pez, sin embargo, cuando se encontraron solo lo miró y con los ojos lo invitó a volar hasta el muelle en donde ambos permanecieron con hambre y en silencio hasta el amanecer.