martes, 3 de agosto de 2010

Cholito en el Medio Oriente

Caminaba el cholito por la ciudad de Tacna y de pronto pasó por un pequeño barrio de emigrantes palestinos, conoció entonces a Alí Ahmed, quien lo invitó a cenar a su casa. Ese día se encontraba en casa de Alí su gran amigo Muneer shannan, quien estaba próximo a volver a Palestina. Muneer invitó al cholito a conocer su país y cholito aceptó gustoso.
Llegando a Palestina se alojaron en la casa de Muneer, en el campo de refugiados de Deshe.
Allí el cholito conoció a Sanabel, la hija de Muneer, y a Jousef, el mejor amigo de Sanabel. Los tres se volvieron inseparables y rápidamente cholito aprendió a hablar árabe. Cierto día cuando paseaban cerca de la casa, Sanabel le dijo a cholito: Realmente me gustaría poder conocer la tierra sagrada, pero será mejor no pensar en ello.
- ¿Por qué no quieres pensar en ello? - preguntó cholito
- Porque no nos dejan entrar allí – dijo Jousef. Pero esto no durará mucho tiempo, ellos nos devolverán Jerusalén y pagarán por todo lo que hicieron.
- ¿Qué les hicieron? – preguntó cholito
- Es mejor no hablar de eso- contestó Sanabel
- Pues yo sí quiero que lo sepa – replicó Jousef. Ellos mataron a mi hermano- exclamó con la voz entrecortada. Fue una noche de toque de queda. Basán solo tiró una piedra por la ventana y un soldado israelí le disparó. Yo quería partir a aquel soldado, yo quería hacerle explotar. ¿Me entiendes ahora cholito? .Ellos nos despojaron de nuestras tierras, ellos lo controlan todo y nos tratan con desprecio. Ellos tienen armas nucleares y nosotros solo tenemos piedras. Pero con piedras nos defenderemos y con piedras venceremos.
- ¿Acaso se pelean por tierras?- preguntó cholito ¿Los soldados matan a los niños por tierras?
- No solo se trata de tierras y niños- respondió Sanabel
- Jerusalén es de palestina. Mahoma voló por sus aires – replicó Jousef
- Yo solo quiero ser libre – dijo Sanabel con un profundo suspiro
Y continuaron caminando en silencio..
La noche de aquel día cholito se encontraba durmiendo en su habitación. La familia de Muneer era en medio de todo, una familia afortunada porque cada quien tenia su propia cama. Sin embargo, habían otras familias palestinas en donde tres personas tenían que compartir una sola cama y en el peor de los casos hasta tenían que dormir en el suelo. Es por eso que cholito se sentía muy agradecido ya que tenía su propio cuarto y su propia cama. No obstante, aquella noche algo interrumpió su tranquilidad. Un ángel llamado Gabriel se le apareció y le pidió que lo acompañara a otro lugar. Cholito titubeó porque no quería dejar a sus amigos, pero el ángel le dijo que volvería pronto y además ya había preparado una carta para ellos.
Cholito entonces decidió ir, se abrazó del cuello del ángel y este lo traslado a una casa en Jerusalén. Era la casa de Yarko y Daniel, dos niños judíos tan encantadores como Jousef y Sanabel. Cuando cholito llegó a esa casa ya era de día y apareció sentado en la vereda del callejón frente al jardín. Cuando Yarko lo vio se le acercó con cautela, pues no le parecía conocido.
- Shalom - dijo Yarko
- Shalom - respondió cholito
Y de manera mágica iniciaron una conversación en hebreo. Cholito no sabía como dominaba ese idioma, pero supuso que el ángel tuvo algo que ver.
Cholito permaneció en la casa de Yarko y Daniel, por buen tiempo, ya que fue bien recibido por los padres de estos. Yarko, el menor, era muy amigo de Moishe, y Daniel por su parte era muy amigo de Shlomo, un niño judío ortodoxo a quien Yarko solía molestar.
Los cinco niños, incluido cholito, compartían juegos y largas conversaciones, solo que a veces Shlomo no podía acompañarlos con mucha frecuencia ya que sus horarios de estudio y oración eran muy estrictos.
Cierto día cholito comento: Amigos míos, yo soy extranjero pero quisiera saber por qué hay tanto recelo entre ustedes y los árabes. Inmediatamente saltó Moishe – te diré por qué mi querido cholito. Los palestinos quieren nuestra tierra, pero ¿Cómo hemos de darles lo nuestro? .Toda esta tierra fue prometida por Dios a Abraham, y yo, y todos nosotros somos sus descendientes. Por eso cuando yo sea grande, intentaré ser comandante del ejercito y si Dios lo permite quizás llegue a ser jefe comandante del ejercito. En ese caso, yo sería un jefe comandante religioso.
- Pues no todo se gana con la fuerza- dijo Shlomo
- ¡Pero oigan al sabio Shlomo! – exclamó Yarko. Él está seguro de conseguirlo todo sin la fuerza.
- No empecemos otra vez- replicó Daniel
- Dios no permitirá que Jerusalén caiga en manos palestinas – contestó Shlomo
- Cuando sea jefe comandante del ejército, sacaré a todos los árabes del Monte de los Olivos. Jamás entraría a Jerusalén si ellos la tuvieran. Dios no lo quiera, pero si así fuera, yo mismo la limpiaría – dijo Moishe
- Los palestinos están esperando que Jerusalén sea su capital, pero que sigan esperando – comentó Yarko
- ¡Cierto!, porque Dios no lo permitirá – contestó Shlomo
- Shlomo, sería mejor que un ortodoxo como tú, que no hará el servicio militar y no hará nada por su Estado, se quedara en silencio- replicó Yarko
- En lo que aprendemos estamos haciendo bastante por el Estado – le contestó Shlomo
- Todos tenemos derecho a estudiar, pero también de servir al Estado – le increpó Yarko
- Lo que puede hacer un tanque también lo puede hacer la Tora – contestó Shlomo
- Si no sabes usar un arma ¡yo te enseñaré! – dijo fuertemente Yarko
- ¡Basta! – gritó Daniel. Disculpa cholito, olvidé mencionarte que a veces tenemos estos incidentes, olvídalo ¿sí?. Ahora vamos a buscar un balón para el fútbol.
Cholito sonrió cortésmente, pero su corazón fue atando los cabos sueltos de sus dudas.
Fue una mañana clara y fresca, como los días de Diciembre en Lima, así se sentía ese día en Jerusalén. Los israelíes se volcaron a las calles jubilosos para celebrar en medio de arengas y cantos, la guerra de su independencia. Numerosas banderas de azul y blanco con aquella estrella, numerosos soldados resguardando la celebración y solo unas pocas miradas impotentes observando a distancia. Esas miradas eran de las escasas familias palestinas que aún permanecían en Jerusalén, y una de ellas le pertenecía a Mahmoud.
Cholito salió ese día con sus amigos para acompañarlos a celebrar, pero por su condición de extranjero supo mantenerse al margen de la algarabía y más bien se dedicó a observar a la gente, fue así como descubrió a Mahmoud y ambos se hicieron amigos.
Mahmoud le comentó que detestaba esas celebraciones y que las consideraba una provocación.
- Mi corazón quiere explotar – dijo Mahmoud. Y creo que mientras más judíos mueran habrá menos judíos aquí y eso será mejor.
- Tranquilo – le dijo el cholito. Mientras una idea comenzaba a rondar en su cabeza.
Despuúes de varias horas se despidió cholito de Mahmoud y ya en su habitación de la casa israelí se puso a pensar en un milagro.
La noche había llegado y solo necesitaba pulir un poco su plan. Necesitaba tal vez la ayuda del ángel Gabriel, así que de inmediato, como de milagro Gabriel apareció y le dijo: Sé lo que estás pensando y he venido para ayudarte. Solo diles tus intenciones y yo me encargaré del resto. Te recuerdo que Jousef y Sanabel te esperan con un almuerzo a ti y a tus nuevos amigos, pues fue lo que les pediste en la carta que escribí por ti.
Así pues, una mañana cholito reunió a sus amigos judíos con su nuevo amigo musulmán y los presentó mutuamente. Al principio se sintió mucha tensión entre Yarko, Moishe y Mahmoud, pero al percatarse de esto, cholito exclamó: Como les dije amigos míos, yo he decidido volver a mi país y como regalo de despedida quisiera que todos ustedes vengan conmigo a Deshe para disfrutar de un delicioso almuerzo. Si alguno de ustedes me contradice yo me sentiré muy ofendido.
- No creo que nuestros padres lo permitan – dijo Shlomo
- Yo pienso lo mismo – dijo Moishe
- Pues por eso no se preocupen - contestó cholito- Sus padres están de acuerdo y ya tengo sus permisos
- ¡Increíble! – replicó Daniel
- Bueno, pero yo no voy – dijo Mahmoud
- Si él no va, yo tampoco voy – replicó Moishe
- Y este ¿por qué tiene que copiar mi actitud? – dijo Mahmoud. Pues ahora sí voy.
- Entonces yo también – dijo Moishe. Porque si un árabe puede yo puedo mucho más.
- Claro que iré, por supuesto que iré –contestó Mahmoud.
- Excelente – dijo el cholito. He allí nuestro auto.
Una camioneta roja conducida por un hombre de tierna mirada los estaba esperando. Todos subieron y media hora después, llegaron a Deshe.
Allí estaban Jousef y Sanabel con otro niño árabe llamado Salim. Estaban muy contentos. Jousef y Sanabel corrieron a abrazar a cholito, luego todos fueron presentados y se saludaron. Todos se pusieron más felices con la comida y después de descansar un rato, vino el tan ansiado partido de futbol, que por cierto se hizo con equipos combinados.
Fue maravilloso ver a Jarko y a Jousef celebrando un gol, fue lindo ver bailar a Sanabel y a Moishe. Como olvidar las risas de Daniel y Mahmoud cuando median sus punterías con las hondas. Como no recordar a Salim y a Shlomo intercambiando recetas de postres.
Al final del día, Jousef se acercó a cholito y le dijo: No sé si el padre de uno de ellos mató a mi hermano Nasán y no sé si alguno de ellos me matará a mí cuando crezca. Solo sé que hoy lo pase muy bien. Cholito sonrió y miró al cielo, y el hombre de tierna mirada regresó con la camioneta para llevar de regreso a los chicos de Jerusalén.

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